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lunes, 12 de diciembre de 2011


CONFESIÓN DE PARTE EN VERSIÓN LIBRE Y ESPONTANEA


Hubiera sido menos traumático, si por lo menos lo hubiese conocido. Y no digo que enamorado, porque jamás había pasado por mi cabeza, que entrado en los 50 y  en el inicio del “declinar lento y piadoso del apetito venéreo” al decir de Gabo, cayera con rapidez y sin el más mínimo recato, en las manos de un menudo caballero de apenas 165 centímetros de altura, cuarentón, acento costeño y movimientos bruscos, alejado como ninguno,  de los  suaves y elementales modales de la homo-seducción.
Eran las 5 de la tarde y ni siquiera la hora era la indicada para una entrega de esa naturaleza. Cuando subí lentamente las gradas de su aposento, los 24 escalones me inclinaban a pensar uno a uno, que era el momento de rechazar tan inoportuna propuesta porque además había tras de mí, una historia llena de testosterona y féminas suficientes dispuestas a dar fe de mi bien dotada potencia sexual.
Finalmente tres tímidos golpes en la madera de su puerta, me indicaron que la suerte estaba echada y que  aunque el subconsciente tratara de detenerme, los cobardes nudillos de mis dedos eran tan débiles, como mi estúpida voluntad.
Pocas palabras porque la cita ya era preestablecida y ya el hombre sabía muy bien lo que tenia que hacer; aunque yo estaba tan ansioso y nervioso que ni siquiera me di cuenta, a que hora me había bajado los pantalones y en que momento me recosté sobre el lecho del angosto y frío colchón de cordoban negro, dispuesto  junto a una  ventana sin cortina, que  dejaba inmiscuir  a través de sus cristales,  los ojos de mi ciudad junto a su cuchicheo infinito.  Y, menos aún cabía en mi cabeza de varón incólume, el  porque me encontraba en posición receptiva. Pero así estaba predestinado y aunque injustificado, el acto fue flagelantemente  doloroso por ser  mi primera vez, además de efímero. Y para fortuna, no  produjo en mí, ningún momento de hilaridad o satisfacción.
Al final y sin mediar palabra alguna, me vestí mucho más rápido de como me había desnudado, y antes de que el personaje -que en otras palabras había abusado de mí-, tuviera tiempo de proponer otra absurda aventura, corrí hacia el umbral  de la entrada   y busque nuevamente las gradas acompañado de mi vergüenza y humillado en la misma  profundidad de mis propios secretos.
- !Sr.Cárdenas!!. El llamado era tan claro, que no tuve mas opción que detenerme. El depravado sonreía con la ironía de los asesinos en serie.
- Su billetera y su teléfono y esta nota que debe leer y guardar.  
Recibí los objetos sin mirar a sus ojos, di vuelta con  ademanes militares y nuevamente aligere el paso abordando las gradas que al contrario de la subida, las recorrí volando. Trataba de demostrar inusual brusquedad y paso fuerte con pies forzadamente juntos, porque me sentía patiabierto. Ya en mi automóvil y en un corto juicio de responsabilidades, decidí comentarle todo a mi mujer y asumir las consecuencias que semejante desliz, me traería. Estaba dispuesto a todo y tenia que afrontarlo con valentía de hombre, aunque ya careciera de semejante dignidad. Pálido y paranoico entré a mi apartamento y decidí, que la mejor manera de que ella conociera toda la verdad, era entregándole el sobre en el que con seguridad, el hombre de marras comentaría o propondría nuevos encuentros. Al mismo tiempo, era la forma más plausible de no  mostrar mis ojos enlagunados, ni el tremor de mi cuerpo y evitar el quebranto de mi voz,  por el arrepentimiento y el engaño a que la había sometido. Ella, que es mas fuerte que yo y que perceptivamente conoce lo que me pasa, casi se derrumba al verme tan alterado. Tomó asiento porque empezaba a sospechar lo peor. Mientras tanto, yo recostado en la pared de la entrada, cerré los ojos y empecé a proyectar los recuadros de una película de medio siglo con sus noches y sus días, con mis hijas, mis padres, mis hermanos y hermanas, mis amigos y mi reputación. En fin, con lo mucho  que había construido en medio de lo poco, con que lo había destruido.
- ¡Que bien papito! Exclamó.  
Y recuperando la seguridad de su voz leyó:
“Tamaño de la próstata normal. No aumentada en sus bordes  ni presencia de malformaciones quísticas” “La lectura anormal de los indicadores del antígeno prostático, obedecieron al bajo nivel de leucocitos por contaminación viral superada” “Paredes homogéneas sin alteraciones en su estructura al tacto”
(Creo que mañana debo buscar a mi Sicoanalista)

Popayán, 4 de Junio de 2007

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