Han pasado casi tresmil domingos desde que el Nieto del administrador del ferrocarril del pacifico en la Villa de Sebastián de Belalcazar y también nieto de un cuasi monje Jesuita que apostató de su nobleza para radicarse en estas benditas tierras después de colgar su sotana en el aún fresco y acabado Virreinato de Quito, abrió los ojos en la clínica Pubenza de Popayán y grito a todo pulmón que estaba orgulloso de ser hijo de Gerardo y Pilar, los dos seres que se lo habían arrancado a la insulsa nada, cuando gravitaba en la dimensión cósmica del quien sabe dónde. Además, soy bisnieto de la hija de un general Liberal, que murió delirando poder y peleando contra las nubes volcánicas del Purace en la región Coconuco y nieto de la hija de otro General, este conservador, que entregó sus tripas a los tiburones en Panamá, cuando una bala de cañón disparada por los Liberales, le rajó su destino. Los dos supremamente inteligentes, al decir de las 13 tías que permanecieron a mi lado, hasta que el amor me rebozo el torrente sanguíneo, cuando reconocí a Marcela poco antes de ejercer mi primer voto a las alecciones presidenciales de 1974. Ellas, hablo de mis 13 tías, se fueron muriendo, como lo habían hecho desde que la razón iluminó mis recuerdos, hasta que se acabaron poco tiempo después.
Por accidente, hoy soy el benjamín de la familia, cargo que asumí sin poder preguntar sobre sus bondades, inmediatamente después de que el menor de mis ocho hermanos, tomo la decisión inconsulta, de irse de este mundo. Y, que al decir del pastuso Villota, fue un guevon “por dejarse morir tan joven”.
.........Tal vez no!! Él, se fue antes del electrocardiograma, de las pruebas de esfuerzo, del Omeprazol, del acido úrico alto y los exámenes de sangre, de la presbicia, de la intermitencia urinaria, del antígeno prostático y del 11 de Septiembre.
Me desperecé en la cuna, al igual que el modelo Bel air de la Chevrolet que apareció en 1956, estirando guardafangos y cola, y dando paso a la modernidad en los diseños. Yo también nací en la transición de la modernidad, porque los años cincuenta y precisamente el sexto año de esa década, marcaron esa forma de ser, que no me ha dejado separar del tranvía y el color vino tinto, pero que me llenaron de rock y el clic de las teclas que hoy acompaña nuestras vidas..
Admiro y emulo al Salmón. Siempre he escogido las aguas raudas y torrentosas pero cristalinas y busco las dificultades con el gran afán de poder vencerlas. Me aburren las aguas mansas y el facilismo. Me río de quienes claudican en sus principios y en su orgullo, buscando oportunidades de vida. Jamás mi espalda se ha doblegado ante el poder. Defiendo a los míos con ira y rabia. Y la amistad, nunca me ha abandonado; La valoro y la respeto cuando me rodea, pero me asquea cuando es injusta y oportunista.
Marcela y Anita y Valeria, son parte de mi epidermis y los suyos son tan parte de mí, como lo son de ellas.
Temo a Dios y casi a todas mis hermanas
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